martes, 22 de enero de 2013

EFECTOS DE LA ORACION

EFECTOS DE LA ORACIÓN.

Mueve el corazón de Dios.

Mencionaré solo cuatro casos de los muchos que hay en la palabra de Dios, ya que son más que suficientes:

1º Cuando el profeta Jonás desobedeció a Dios, tuvo que pagar la consecuencia de su acción; esto lo llevó a parar al vientre de un animal marino en el cual estuvo tres días, y en ese lugar y en esa condición, Jonás consideró y elevó una oración a Dios de la siguiente manera:

“Entonces oró Jonás a Jehová su Dios desde el vientre del pez, y dijo:

Invoqué en mi angustia a Jehová, y él me oyó; desde el seno del Seol clamé, y mi voz oíste.

Me echaste a lo profundo, en medio de los mares, y me rodeó la corriente; todas tus ondas y tus olas pasaron sobre mí.

Entonces dije: desechado soy de delante de tus ojos; mas aun veré tu santo templo.

Las aguas me rodearon hasta el alma, me rodeó el abismo; el alga se enredó a mi cabeza. Descendí a los cimientos de los montes; la tierra echó sus cerrojos sobre mí para siempre; mas tú sacaste mi vida de la sepultura, oh Jehová Dios mío.

Cuando mi alma desfallecía en mí, me acordé de Jehová, y mi oración llegó hasta ti en tu santo templo.

Los que siguen vanidades ilusorias, su misericordia abandonan. Mas yo con voz de alabanza te ofreceré sacrificios; pagaré lo que prometí. La salvación es de Jehová.

Y mandó Jehová al pez, y vomitó a Jonás en tierra”. (Jonás 2:1-10).

2º El tercer rey de Israel, Salomón, hace también una oración con motivo de la dedicación del templo que él le había construido a Dios, mencionando lo siguiente:

“Con todo, tú atenderás a la oración de tu siervo, y a su plegaria, oh Jehová Dios mío, oyendo el clamor y la oración que tu siervo hace hoy delante de ti; que estén tus ojos abiertos de noche y de día sobre esta casa, sobre este lugar del cual has dicho: Mi nombre estará allí; y que oigas la oración que tu siervo haga en este lugar.

Oye, pues, la oración de tu siervo, y de tu pueblo Israel; cuando oren en este lugar, también tú lo oirás en el lugar de tu morada, en los cielos; escucha y perdona”. (1º Reyes 8:28-30).

3º Este pasaje habla también de cómo la oración puede mover el corazón de Dios:

“…si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra”. (2º Cròn. 7:14).

4º El rey Ezequias experimentó en carne propia el efecto de la oración que tuvo lugar cuando Dios había determinado quitarle la vida:

“En aquellos días Ezequias cayó enfermo de muerte.

Y vino a él el profeta Isaías hijo de Amoz, y le dijo: Jehová dice así: Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás.

Entonces él volvió su rostro a la pared, y oró a Jehová y dijo:

Te ruego, oh Jehová, te ruego que hagas memoria de que he andado delante de ti en verdad y con íntegro corazón, y que he hecho las cosas que te agradan. Y lloró Ezequias con gran lloro.

Y antes que Isaías saliese hasta la mitad del patio, vino palabra de Jehová a Isaías, diciendo: Vuelve, y di a Ezequias, príncipe de mi pueblo: Así dice Jehová, el Dios de David tu padre: Yo he oído tu oración, y he visto tus lágrimas; he aquí que yo te sano; al tercer día subirás a la casa de Jehová.

Y añadiré a tus días quince años, y te libraré a ti y a esta ciudad de la mano del rey de Asiria; y ampararé esta ciudad por amor de mi mismo, y por amor a David mi siervo”. (2º Reyes 20:1-6).

¡Qué grande es la misericordia de Dios! A través de estas oraciones la bondad de Dios nuestro Señor y su amor por el hombre se hacen presentes, no dejando al ser humano en su angustia, sino más bien, le rescata en medio de la prueba y de la aflicción.

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